Manifiesto

Mi casa es mi mejor amiga. Ocuparme de ella jugando, inventando soluciones, cambiando cosas de lugar, acomodando y reacomodando, me mantiene atenta, inspirada, conectada con mis procesos personales. No importa dónde me toque vivir o qué contexto esté sucediendo: todo eso es anecdótico comparado con el conocimiento sobre mí misma que obtengo a través de este vínculo

Con los años fui observando que hay una relación directa entre lo que sucede en una casa y las ideas, creencias, y automatismos de los seres humanos.

Así fui desarrollando algunos conceptos clave:

Deconstrucción

Todo el mundo puede hacer algo mejor (más lindo, más funcional) con lo que tiene a su alcance. Si sentimos que no, que es para pocos, muy probablemente estemos tapados por mandatos externos que nos cargan de exigencias. Qué es una casa linda, cómo es un hogar feliz, cómo debería vivirse una casa en el cotidiano, son nociones que podemos desarmar y rearmar para que funcionen para nuestro caso particular.

Entonces claro, si no encaramos esa deconstrucción, terminamos deseando una casa así, una familia así, una dinámica así, una vida así. Desde estas formas rígidas, te spoileo, ninguno de esos así llegará. Y nos instalamos en la resignación, en la frustración y en la pasividad.

Tesoro creativo

La creatividad nos salva. Siempre y en todos los aspectos de nuestra vida. Tomar lo que tenemos y resignificarlo, para mí, es la clave de la vida. Si te digo que toda casa y toda situación, sea cual sea, tiene posibilidades de mejorar, esto implica creatividad. Y todos los seres humanos tenemos ese don porque está en nuestra naturaleza. 

La casa reúne las virtudes necesarias para despertar la creatividad dormida. Al ser un espacio íntimo, a salvo de la mirada externa, podemos entregarnos al proceso de juego sin pensar en la meta y sin miedo a mandar cualquiera. Y cuando hacemos algo que nos enorgullece, por más chiquito que sea, ella nos lo muestra todo el tiempo, manteniendo viva la emoción positiva que nos energiza para seguir y seguir jugando. Así, casi sin darnos cuenta, el modo creativo se va instalando en otras áreas más complejas de nuestra vida.

Reflejo

Nuestra casa es nuestro universo personal. Todo lo que fuimos y lo que estamos siendo, tiene su anclaje en cosas. Cosas que, casualmente, contiene mi casa. Identidades, valores, relaciones, prioridades, debilidades, automatismos. Si mirás a tu alrededor, vas a ver que todo habla de vos. 

¿Qué tenés y cómo lo usás? ¿Cómo todo eso está determinando tu sentir diario? Hacer consciente esta noción nos abre una puerta fascinante para abordar duelos, transformaciones y nuevos objetivos de vida a través de lo tangible, de lo material. Es un reflejo, un ida y vuelta: yo proyecto quién soy hacia la casa, y ella también me lo proyecta a mí. Al tocar los botoncitos correctos, literalmente, hacés magia.

Flash

Todo proyecto puede tener una narrativa que funcione para cada uno de nosotros, y con ello encontrarnos con el placer de crear desde la verdadera inspiración. Mi mundo interior, auténtico, soñador, puede ser la guía para abordar lo que sea que queramos materializar en nuestra casa y en nuestra vida. Validar lo oculto, lo secreto, lo propio, lo que me mueve desde las entrañas. Aunque nadie más lo entienda (mejor aún si nadie más lo entiende).

Jugar a nuestro propio juego es tan maravilloso que los modos del afuera se empiezan a ver como lo que son: ajenos. Cuando buscamos replicar esos modos nos aburrimos rápido, nos trabamos, nos quedamos solo en la mente. En cambio, si apuntamos a contarnos algo que nos mueve de verdad, movemos a puro disfrute.

Conexión

Nada, pero absolutamente nada, tiene sentido si yo no conecto con eso. Podemos imaginarnos una vida de sueños en una casa de sueños, pero en esa fantasía no contemplamos que si vivimos como acostumbramos, en un fuera de foco constante, con la mente en otro lado y llena de ruido, esa escenografía y esa historia tampoco van a darnos felicidad.

La variable de la conexión es invisible, pero es la más importante de todas. ¿Cómo se llega a esa casa y a esa vida sin haber dialogado con vos y con tu alrededor? ¿Las trae un helicóptero mágico? Desde la conexión entendemos que esa casa y esa vida ya no son necesarias, porque la mirada sobre la realidad actual cambia rotundamente.

Decimos muy livianamente que la casa es nuestro refugio, pero eso deja de ser cierto cuando lo que más hacemos adentro es enchufarnos al afuera de la forma más frenética posible, haciendo todo lo que “hay que hacer” desde el automatismo, queriendo sacárnoslo de encima para volver enchufarnos cuanto antes.

¿Cuánto nos animamos al vacío, al aburrimiento, a observar y observarnos desde la calma que ofrece ese refugio? Todo lo que propone la casa puede darse orgánicamente y sin exigencias si nos permitimos conectar con nuestro alrededor. Esta pieza es la única que realmente tenemos que atender hoy. Porque desde la conexión todo lo demás fluye orgánicamente para el lado que tiene que fluir. 

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